- Ya sabemos la respuesta, no vale la pena hacer la prueba de paternidad.
- No es del todo seguro, quien quita de pronto milagrosamente sí eres mi papá.
- Mi corazón, no lo soy, pero como si lo fuera. No se puede hacer la prueba en privado, el consejo no tiene porqué enterarse.
- Pero... Yo te quiero a ti, tengo que ser algo tuyo. Desde que te conocí a pesar de que me dabas miedo al principio, luego conecté contigo. Te puse por encima de mi propia madre. Me traicionaste y te perdone. Yo... hice todo lo que necesitaste de mi y sufrí, y aquí sigo a tu lado... Yo creo que te...
- Cariño, esos sentimientos no son tuyos, se te pegaron de Meztli.
- Acaso es imposible?
- Lo es. Soy un monstruo. Lo que tienes es lástima, ya te lo han dicho varias veces.
- Yo también soy un monstruo. Soy la tzitzimime de la sangre de Coatlicue.
Y me mostré ante el como la bestia que soy. Los ojos totalmente negros, las alas marrones, la cola de serpiente, los colmillos, la lengua bífida y las garras. Casi tan aterradora como él.
El dió un respingo, pero no de miedo, más bien si tuviera sangre en la cara se habría sonrojado.
- Cihua, no? Cuando estabas con madre ella se aparecía así, verdad?
Me acababa de dar cuenta que la más parecida a madre de las hermanas no era Malinalli, era yo, porque soy el mismo monstruo que ella.
Regresé a mi forma humana, me aproveche de su guardia baja.
- No sería maravilloso que fuera como los cuentos de hadas. Que si te doy un beso de amor te curaras de tu maldición. No valdría la pena intentar...?
- No estamos en un cuento de hadas, niña. Y ya hay alguien que me ama.
- Pero Metzli ama a Anahao y el recuerdo de él en ti. Te ama de antes de tu maldición, de repente por eso no funciona.
- Deja ya de decir tonterías. Ya te dije que solo estás confundida.
- Pues entonces adelante, lo comprobaré.
Y me acerque a su rostro, cerré los ojos y le besé dónde debería tener labios, pero eran solo dientes.
Cuando abrí los ojos, me arrepentí de haberlo hecho, me puse a llorar pidiendo perdón atropelladamente.
- No te preocupes amor, está bien. Voy a llamar a Quicré para que venga a recogerte, nadie tiene que enterarse.
Entonces escuchamos el crujido de piedras que se rompen y caen. Un derrumbe.
- Las grutas!
- Itzayana!!
Cuando llegamos, estaba Itzayana, no era más una forma de piedra. Estaba viva de nuevo!.
Ella miro a Ah Puch y gritó de terror. El se guarecio en la sombra fuera de su vista. Yo me acerqué para confortarla.
- Itzayana, tranquila. Soy Guadalupe. Lupe. Tu hermana. Estuviste mucho tiempo convertida en piedra.
- Cuánto tiempo?
- Mucho, nena. Pero estarás bien. Tu Itzmin creció, es una mujer hermosa, y se casó con mi hijo Benjen. Son muy felices y se adoran.
- Mi mamá?
- Metzli quien te crió está aquí, se casó con Ah Puch y es la reina del Inframundo.
- Y papá?
- Es él. Anahao se convirtió en Ah Puch, mientras creciste nunca dejo que te enteraras de su tragedia porque te amaba demasiado y temia tu desprecio.
- Que le pasó?
- Solo cambió de apariencia. Por dentro es la misma persona.
Y le hice una seña de que ya se podía acercar.
De pronto apareció Metzli. Itzayana la vio y se echó a correr a sus brazos. Metzli la rodeo en un abrazo tan fuerte y la cubrió de besos.
- Itzayana, mi princesa... Pero cómo? Y dirigió los ojos hacia a Puch en busca de una respuesta.
Ah Puch me miró de soslayo. El seguía siendo un monstruo, pero Itzayana revivió, al menos una maldición se había roto.
- No tengo ni idea Metz, es un milagro!!
- Llama a todos los chicos, hay que hacer una fiesta.