Llamó Ah Puch a todos sus hijos a su lado, en lo alto de su pirámide. Finalmente, sí, todos sus hijos: Kaan, Huitzin, Azotl, Mázatl, Kuk kame, Ix zhal, Itzayana y yo. Sentado en su trono, rodeado de nosotros.
- Los he reunido aquí, a todos mis niños, a los que crié, a los que perdí y recobré y a los que finalmente conocí. Toda mi progenie... Para pedirles perdón, por haberlos engendrado. Fui un estúpido, egoísta e inconsciente, por haberlos arrastrado conmigo a una existencia desdichada.
Quisiera poder deshacer lo hecho, pero no puedo, perdónenme, mis niños.
- Yo no te perdono, dijo Kaan, ante la mirada estupefacta de todos.
No te perdono, calavera, porque tú no me has hecho nada. La que no te dijo que Huitzin y yo existíamos fue Cihuacoatl. Huitzin, asintió, de acuerdo.
- No me refería a eso, sino, ya sabes. Todos han sufrido, ustedes dos, que nacieron unidos, Itzayana, petrificada la mitad de su vida, y todos los demás por mi maldición.
- Yo no me quejo de estar vivo, a pesar de la maldición, dijo Azotl, y se acercó a padre y le dió un respetuoso beso en la sien.
- Pues, neta, yo tampoco me quejo. Yo lo agradezco, papá. Dijo Mazatl se acercó a él y le besó las manos.
- A mí me chifla estar vivo wey, no lo cambiaría, dijo Kuk kame y le estampó a padre un efusivo beso en la mejilla.
- Yo amo estar viva, y te amo a ti, papito, dijo Ix zhal cayendo a sus pies y reposando un brazo y la cabeza en su rodilla.
- Yo, te reconozco, a pesar de que ya no tengas los ojos grises y el cabello negro que heredé, sigues siendo la misma persona que conocí, dijo Itzayana. Tú no tienes la culpa de lo que me pasó, te amo, papá. Y se le acercó por la espalda y le rodeó sobre los hombros con los brazos.
Yo me quedé en silencio, mirando a este hombre desgraciado, recibiendo el afecto de sus hijos. Ah Puch me miró.
- Y tú, mi corazón, eres feliz de estar viva?
Lo dudé. Me quedé varios segundos sin responder y eso entristeció su semblante.
- Yo odiaba estar viva. Sí, me quería morir. Pero porque pensaba que mi tristeza y enfermedad era un castigo por algo que yo había hecho aunque no lo recordaba. No me sentía merecedora de vivir.
- Y ahora sabes que eres inocente y me culpas a mi.
Me acerqué a él con el seño fruncido y caminando fuerte, cuando llegué a su lado solo le besé en la mejilla y me senté sobre su rodilla abrazándole, como una niña.
- Sabes que no te puedo odiar. Yo te adoro, papá.
Entonces, apareció Meztli, miró todo el grupo como si fuera un cuadro.
- Qué hacen todos los chicos acá?.
Ah Puch, se levantó y fue hacia ella.
- Perdóname tú también, mi luna.
- Porqué sería?
- Por haber estado ciego a ti por tanto tiempo. Por hacerte sufrir.
- Anahao... Claro que te perdono. Dijo Metz y estalló en risas, cantarinas como una cascada. Te amo, Anahao le dijo, y le besó dónde debían haber estado sus labios.