Creo que hay algún mecanismo que
suprime que recuerde lo que sueño en el cubil. Hoy me dormí un rato en la cama
de mi mamá y soñé montón de cosas que puedo recordar.
Soñé que iba de visita al colegio
donde estudié la primaria y secundaria. Era un día especial, una festividad o
aniversario. Yo estaba allí por un cierto trabajo de la universidad que
consistía en ir al colegio de tu infancia y observar los detalles de la
arquitectura y la decoración del lugar. Se supone que iba a estar todo el día
allí, aprovechando que era dia festivo y al parecer daban almuerzo a los ex alumnos.
Temprano en la mañana vi en las
graderías a Beto Ortiz, lo cual me pareció curioso, pues ignoro que tendría que
hacer en mi colegio. Di varias vueltas tomando apuntes y hacia el almuerzo
quise hacer mi cola para recoger buffette, pero era larga y desordenada y ni
siquiera había platos ni cubiertos suficientes. La gente estaba tan desesperada
que incluso estaba usando fólderes de plástico como bandejas y comían con las
manos. Pero la cola se vació porque en el estrado comenzaba la actuación de un
grupo musical tipo One direction pero de unos chibolos de acá que se hacían
llamar “Los perritos”. El manager de Los perritos, un chico muy joven que
apenas era unos años mayor que los integrantes de la banda, estaba justo delante de mí en la cola del almuerzo
y le contaba a otras personas que les iba muy bien haciendo matinées para los
colegios de chibolas. El nombre de la banda era porque los chicos de Los perritos,
para causar Moe en sus admiradoras, se identificaban con razas de cachorritos, según
sus características y persoalidades.
Finalmente tras el atropellado y
deficiente almuerzo, me volví a encontrar en la tarde con Beto Ortiz, que se
encontraba solitario leyendo las garrapateadas de una pared llena de graffitis.
Me vio acercarme y abrió los brazos en gesto de que iba a darme un abrazo de
saludo y muy emocionado me dijo hola, cual una persona conocida a quien no ve
hace mucho y no esperaba ver. Yo pensé que era muy amable porque seguro tiene
que saludar así al público que le aborda en la calle. El sin embargo señalo una
garrapateada del muro y dijo, que coincidencia que justo estuviera leyendo tu
nombre. Y en verdad, era mi nombre en letra primariosa hecho con lapicero de
color naranja.
Le comenté la razón por la que
estaba en el colegio, y seguimos caminando mientras le hacía de guía del
edificio. Pero era mucho más grande que antes, al menos el triple. Las paredes
aparecía llenas de citas de pensamientos y al pié ponía el nombre de filósofos,
científicos y gente así. Yo le comenté a Beto que nunca antes había reparado en
ello.
Entonces la arquitectura cambió drásticamente
y pareció como que habíamos retrocedido en el tiempo. Escuchamos a 3 personas,
encerradas en un cuarto. Decían que estaban castigadas, y les habían dejado un
largo tubo trasparente que remataba en una aguja para que uno de ellos se lo
clavara en la mano voluntariamente. Quien así hiciera recibiría un veneno que
no le mataría inmediatamente, sino que lo haría al día siguiente al atardecer.
Si en la mañana venía su “amo” y veía que nadie se había sacrificado
voluntariamente, los mataría a los 3.
Pero lejos de
pasar lo que pasa en el juego del miedo, uno de ellos, un muy humilde hombre de
mediana edad, con esposa e hijos, tomó la aguja y se la puso. Hubo unos
segundos, en que a través del tuvo trasparente se veía un líquido verdoso acercarse.
Había otro hombre, más joven y de mejor situación económica, sin familia, pero
de aire triste que luego confesó que no valoraba mucho su vida y se deprimía
constantemente. Durante esos segundos se lo pensó en ir y arrancharle la aguja
al primero y ponerse en su lugar, pero lo pensó demasiado, apenas había tenido
menos de 3 segundos para haberlo decidido y el miedo lo había detenido.
Al final
cuando el primer hombre recibió el veneno, la puerta se abrió y los hombres
salieron. Entonces el hombre envenenado nos dijo la parte más cruel del castigo
y era que sabiendo que tenia 24 horas de vida, tenía que venir a trabajar desde
la mañana a la tarde del día siguiente y llegaría acaso justo a casa para morir
en brazos de su familia. Yo en su lugar me habría tirado la pera, pero creo que
él no tenía siquiera instalado ese concepto. Al parecer no era un siervo, sino
un esclavo.
Luego Beto y
yo caminamos más allá y encontramos a personas paupérrimas cosiendo, tenían las
manos recubiertas miles de pequeños cortes poco profundos. En el lugar, en pequeñas covachas vivían con
sus familias. Había mucho aserrín en el piso, cuya utilidad no entendía, pero
todo el ambiente olía profundamente a aserrín y a pelusa del hilo.
Se nos acercó
un hombre grande y musculoso que imponía miedo, calvo, feo y con tatuajes.
Tenía muchos hijos en varias mujeres. El mayor era ya un hombre adulto y el
menor había sido un bebé de un año y medio. Pero sus 3 menores hijos habían
muerto el día anterior. Nos contó la historia.
Sucede que “su
señor” no le gustaban 20 perlas maravillosas que había adquirido hace tiempo y
le encargó al hombre destruirlas, porque era tan envidioso que no quería
botarlas enteras para que alguien rebusque en su basura y luego las posea. Al
hombre tatuado se le ocurrió hacer un gran hoyo en el piso de tierra y
prenderles fuego, se formó una gran hoguera y al final de las 20 perlas sin
embargo había sobrevivido intactas 11 perlas. Pero la tragedia había sido que
sus niños más pequeños, habían caído al
fuego y murieron calcinados.
Para mi
quedaba claro que la culpa de la muerte de los pequeños era del propio hombre o
sus madres, que los dejaron sin vigilancia en las cercanías de un agujero lleno
de fuego. Pero como echarle la culpa a la cara a un hombre tan dolorosamente
abatido. Beto le dijo que ya que él había cumplido la orden y todos habían visto
que intentó destruir las perlas y había sufrido esa tragedia, nadie le podría
acusar de robo si se quedaba con las 11 perlas que estaban intactas.
Pero el hombre
tatuado sufría por las almas de sus 3 pequeños, decía que se habrían perdido en
el limbo y que él quería que toda su familia volviera a reencarnar junta.
Decidió que sus mujeres con las perlas eran perfectamente capaces de criar a
los niños que quedaban. Pero era su responsabilidad de padre el ir a salvar el
alma de sus pequeñitos y mostrarles el camino para en la próxima vida de todos
reencarnar juntos y seguir siendo una familia. Así que casi sin pensarlo y
delante de nosotros, tomó una cuchilla y se mató, cayendo su cuerpo sobre los
restos de los pequeños que estaban velando.
Fue cuando vi
esto que me desperté y seguí un rato más con los ojos cerrados pidiendo que por
favor, no se vaya apenas los abriera. Y funcionó.
1 comentario:
Es obvio que caiste en un subplano onirico.
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