Entré a la casa larga de Nessasee. Había mucha gente allí, según la costumbre iroquesa, vivían allí los descendientes de una misma familia, así que las personas jóvenes y niños que estaban allí debían ser sus sobrinos y sus sobrinos nietos. La encontré y ella me saludó cariñosamente. Me hizo una seña para que la siguiera y fuimos fuera y nos sentamos sobre una alfombra donde la gente se reunía a tomar el fresco y conversar.
- Cómo ha estado señora Nessasee?
- Llámame Ness, como todos.
- Estuve hablando con Jay, está muy contrariado.
- Lo entiendo, pero fue necesario.
- Porqué fue necesario? Está furioso, lo dejaste como un embustero. Y a mi también.
- No tenía que haberles dicho nada, lo siento.
- Ellas no dejaban de atosigarnos, me atacaron, lo hizo de rabia, por defenderme.
- Jay, jamás se enfurece.
- Y jamás lloraba. Jay solo aparentaba estar siempre feliz.
-No debería decirte porqué lo hice, es peligroso. Nadie debería saberlo.
- Jay te ama, y tú lo has desacreditado. Lo dejaste muy mal, al menos merece saber porqué.
- Ni siquiera puedo mirarlo a la cara y decírselo.
- Dímelo a mi, y yo se lo diré.
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Regresé con Jay, lo encontré sentado en un tocón de madera, resoplando, moviendo los hombros para aliviar la tensión.
- Te hago un masajito?
Así que le comencé a masajear los hombros y la espalda para que se relaje.
- Qué te dijo Ness?
- Cariño, no sé lo que significa, pero parece muy grave. Me dijo que tú sí lo entenderías.
- Cuáles fueron sus palabras?
- Ella dijo que nadie debe saber sobre el padre de sus hijas, porque son la chispa del fuego, de la sangre del pedernal.
- Qué has dicho?! Repítelo.
- Son sangre del pedernal. Jay, que es eso?
Jay se puso pálido y se tocó la cara, cubriéndose la nariz y la boca con ambas manos.
- Ni siquiera sabía que esa gente seguía existiendo!
- Tan grave es?
- Grave! Nadie lo debe saber. Si la gente se entera es capaz de matarlas, y a sus hijos pequeños también!.
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