Yo estaba descansando en mi casa onirica, cuando por la ventana vi algo deslizarse en la oscuridad, algo ligero y sigiloso. Bajé y salí a mirar. Entonces le vi, estaba parado en mi jardín, como la serpiente del jardín del Edén. Llevaba puesta una prenda parecida a un chaleco largo con capucha. Parecido a lo que le gusta usar en el real.
Entonces me fijé por primera vez en él, reconociendole el parecido de familia que tenía con los hijos de Ah puch. Los brazos, eran como los de Kuk Kame, el torso, la espalda, las caderas, todo. Su craneo abobedado y estrecho, como el de mi padre. De pronto, sin saber porqué, se me llenaron los ojos de lágrimas. Debia parecerse a Ah puch cuando joven, cuando estaba sano y era feliz, cuando todavía no habia caído la maldición sobre él. Solo que Ah puch tenia los ojos grises, como su madre, y este chico los tenia negros.
-Eres de la familia, verdad? Le pregunté.
- Lo soy. Soy hijo de Quicré.
- Mentiroso. Quicré es mi hermano mellizo y tú debes ser hasta mayor que yo. Por poco, pero mayor.
- Soy hijo del primer Quicré, tu tío, el hermano de tu padre.
- Pero claro. Eso es. Eres mi primo. Que necesitas, porque vienes a escondidas, porque no te presentaste con padre en su palacio?
Fue cuando se desdibujó y calló de rodillas, suplicante
- Coatlaxopeuh... Lupita. Eres la niña que le robaron a Ah puch, la que se crió entre lobos y gitanos, pero volvió. El te adora, solo tú lo puedes convencer...
- De qué? A quién?
- A Ah puch! Tu padre quiere matarme, si me encuentra me destruirá, por favor, no tengo la culpa de nada, ayudame. Yo... no tengo nada que ofrecerte mas que mi servicio. Yo... supe que el compromiso de las 10 princesas mexicas con los japoneses se anuló.
- Y porque nos vamos al nuevo Aztlán.
- Necesitarás alguien que te cuide, que te ayude. Yo te ofrezco mi servicio en el nuevo Aztlán. Por favor, no dejes que me mate...
- Pero, no entiendo, eres su sobrino, el hijo de su hermano favorito, porque tendría algo contra tí.
- Preguntale a tu madre. Pregúntale por Kaan, el niño que dejó con la vieja Toci...
Entonces se puso la capucha y se deslizó otra vez a la oscuridad y desapareció.
Y lo sentí. Esa pizca de sangre de Enki en él. Serpiente mexica, descendiente enkita, solo hay una, y es mi madre, Cihuacoatl. Y entendí. Como pudo ser capaz de tal traición. Ah puch, seguro no lo sabía y por algún motivo, se acababa de enterar.
Y algo me quebró el corazón en dos. Tenia que confirmarlo, hablar con Cihua. Y si era cierto... si lo era, tendría que ir por padre, antes de que en su dolor hiciera alguna tontería.
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