Y contrariando lo que me había recomendado Julieta, me presenté en el rancho del Tecolote, porque así de tonta soy y así de tanto los amo. A mi serpiente y mi colibrí. Me digo y desdigo sobre esto y tampoco tengo claro a cual quiero más o quizás sigo queriendo a la criatura conjunta que ya no existe.
Llegué canturreando desde lejos.
- Chicos, llegué! Supe que estuvieron hablando de mi, que fué?!
Huitz salió de la casa corriendo y se me echo a los brazos.
- Luz!
Kaan salió lentamente de la casa y se quedó parado junto a la puerta. Entonces lo miré a los ojos, sus ojos.... grises? .
Recorrí el espacio que nos separaba y alargue mis manos a su rostro para girarlo y fijarme sino era solo un reflejo de luz.
- Que haces?
- Tus ojos son grises!
- Claro. Se volvieron así a poco que nos separaron. Me viste en la boda.
Claro que no lo ví. Me pasé esa boda mirando al piso y evitando el contacto visual para no llorar. Lo conseguí bastante bien y luego no volví más a estar cerca de ellos hasta hoy.
- Eres el único que heredó sus ojos. Me quedé ahí mirándolo tan de cerca, como una tonta. Huitzin se mosqueó.
- Ya déjalo, Luz.
Tan hermosa y frágil, mi Huitz. Por supuesto, no puedo mirarlo así, es tu marido ahora.
- Vine a ayudar. Porque discuten?
Ellos se miraron el uno al otro, a los ojos, sus labios y sus manos. Kaan hizo una mueca de frustración y suspiró, Huitz se puso a llorar.
- A estas alturas Kaan ya me habría dicho todo lo que pensaba, sobre que estás aquí, y también habría podido sentir lo que el siente, si lo hace feliz, si todavía te quiere, yo vivía segura de que no me podía mentir ni ocultar nada, porque tenía acceso a toda su mente y su corazón.
Ahora no sé nada de él! Lo miro a los ojos, y no sé nada. Nuestro vínculo, se ha arruinado.
- Porque desconfías, y porque no te dejas entender. Necesitamos paciencia. Pero tú, solo te frustras.
- Solo yo? Porque no le dices porque peleamos la última vez?
Kaan hizo otra mueca. Negó con la cabeza y se metió a la casa.
Huitz hizo un puchero, me tomo de las manos y me dió un beso en la mejilla.
- Perdónanos, somos horribles. Los dos hemos dicho tu nombre mientras estábamos cogiendo. Luego nos fuimos a la mierda.
No merecemos que nos ayudes. Somos horribles. Y se metió a la casa también.
Volví con Kiki.
Luego quise volver y ayudarlos, ignorando ese malentendido, pero me he dado cuenta que no puedo, que mi amor por ellos me duele y que sus problemas me afectan demasiado, me sigo haciendo daño si estoy cerca de ellos.
Kiki no me daña, no me desespera, no lloro sin motivo por él. Le tengo la cantidad de afecto justa para vivir tranquila.
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