Mi primer día en la nación iroquesa fue bastante normal.
Me instalaron precariamente en la casa de Jay. Vinieron hombres a arrimar los muebles de él para hacer espacio e instalaron un medio muro de separación hecho de caña o algo parecido y el resto una cortina de cuentas. Luego pusieron muebles para mí, una cama, un taburete. Me trajeron ropa, mocasines, abalorios, peines, espejos, adornos y varias otras chorradas.
Se fueron y entraron las mujeres. Se presentaron como las hermanas de Jay. Eran 3, una era hasta mayor que yo, la segunda como de mi edad y la tercera un poco menor. No puedo recordar sus nombres, porque el idioma iroqués es una pesadilla.
De hecho lucho para recordar el verdadero nombre de Jay, que es de los más sencillos, Hiathawa. Así lo llamaban ellas.
Me ayudaron a vestirme y peinarme,me hicieron trenzas y me pusieron cintas en el pelo. Estaban contentas de como quedé.
Te pareces mucho a la princesa, me decían.
"La princesa" es como todos llaman a la Cihua. Noté que lo decían con afecto y admiración, como si Cihua fuera buena persona.
Entonces corrieron la cortina y dejaron que Jay me viera.
- Bonita!, dijo él con una sonrisa y me ofreció su brazo. Salimos hacia la casa larga comunal.
Los iroqueses viven en casas comunales. Son casas de madera muy largas con subdivisiones, y allí puede alojarse una familia entera de varias generaciones, los padres, los hijos, nueras, yernos, nietos, sobrinos. Así eran la mayoría de las casas, y además había una casa comunal central donde se hacen las reuniones y eventos.
Cuando Cihua fue a vivir allá, le pidió una casa propia al jefe Bojan, y como es una costumbre, no una norma, él la complació y le hizo una casa. Con ese antecedente, y por ser hijo de extranjera también, Jay aprovechó para hacerse una casa para él solo, y porqué estaba harto de sus hermanas, cuñados y sobrinos. Las 3 hermanas siguen viviendo juntas y son felices así.
La madre de ellas sigue viva, pero volvió con su clan. Aquí la gente se casa y se divorcia de forma muy simple y amistosa.
Cómo Jay estaba acostumbrado al bullicio de su casa comunal, en realidad alojar a una mujer sin niños no le representaba ninguna incomodidad.
Y pues, entré a la casa comunal central del brazo de Jay. La gente se sentaba en semicírculos alrededor del jefe Bojan (que es un resumen de su nombre verdadero en realidad) y la Cihua. Las hijas del jefe traían comida y lo mismo hacían las otras mujeres con sus respectivos esposos y padres. Luego se sentaban y comían con ellos.
La Cihua estaba tranquila y se veía feliz. Ella misma tomó la jarra y le sirvió a su marido. El jefe bebió un trago y le dió un beso en la mejilla. La miré y ella se dió cuenta que ya estaba allí. No me lo podía creer. Al parecer la Cihua estaba enamorada y se estaba portando bien.
Me presentaron a la gente, de una forma más informal que esa vez que fui con Kiki. Dijeron que me quedaría a vivir ahí y luego Jay me llevó a sentarme a comer con él y sus amigos.
Fue una velada agradable y luego nos retiramos a casa.
Al día siguiente sus hermanas vinieron a buscarme y me llevaron con las mujeres, me preguntaron que me gustaba hacer y en qué cosas era buena y en qué tenía interés. 3 preguntas distintas. Les dije que me gustaba cantar y bailar. Que era buena para tejer y hacer artesanía y que me interesaba conocer todo lo que se dedicaban ellas. Les encanté y me dijeron que me enseñarían.
Y me la pasé aprendiendo cosas y así fue mi segundo día. Y Jay ni me pelaba el wey. Ni modo, pensé, no le gusto.
Igual todos los días se reúnen en la casa comunal a discutir cosas y por educación hay que ir un rato. Allí fui y me senté con las hijas del jefe. Uno de los amigos de Jay que estuvo el día anterior se acercó a mi para saludar. Cómo que me comenzó a echar los perros, pero llegó Jay y sentó a mi lado, le echó una mirada y el amigo se multiplicó por cero.
- No le hagas caso. ¿Cómo te fué hoy? Me saludó Jay, con una sonrisa.
Y el tercer día me fui a ver a Kaan, porque ya no soportaba la pensadera y necesitaba que me dijera si eso era normal.
Cuando regresé me metí a mi cuartito y me puse a llorar. Ver a Kaan me hace mal. Fue mala idea ir allá.
Jay corrió la cortina y entró asustado.
- A dónde te habías ido? No estabas con las chicas, ni con mamá, ni por ninguna parte. Porqué estás llorando aquí sola?
- Perdona por no avisar que iba a salir. No pensé que importaba.
- Qué te pasó?
- Estoy bien, no pasó nada.
- Dime porqué huiste de tu casa, Lupita?
Yo solo negué con la cabeza, no estaba con ánimo de largar todo ese rollo.
El se sentó a mi lado en la cama. De forma inconsciente comenzó a jugar con una de mis trenzas.
- No quiero que estés triste. Qué puedo hacer para que te sientas mejor viviendo aquí?
- No lo sé, qué se te ocurre?
La mano que estaba en mi trenza ya estaba en mi cara, me secaba las lágrimas.
- Se me ocurre...
Tentativamente acercó su cara a la mía y se quedó ahí. Cómo no me quité ni hice ademán de rechazo continuó y me besó ligeramente. Cómo se lo acepté, me besó más fuerte. Cómo le correspondí, me metió la lengua. Paré para respirar.
- Pensé que yo no te gustaba.
- Me gustabas desde antes, cuando estabas con Quicré.
- No te parece que soy muy mayor para tí?
- A quién le importa?
Me besó de nuevo, me recostó sobre la cama y buscó como se desataba mi vestido.
Yo completé mi álbum de figuritas.
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