Estaba tan triste cuando me dormí. No recuerdo un dolor como éste. Y cuando fui a casa, no estaba Jay. Había salido a la audiencia yoruba, no lo vería hoy. No sabía a dónde ir, estaba tan desesperada, solo tenía una cosa en la mente.
Y así aparecí en la tribu del Pedernal. Quería ver tanto su rostro en ese preciso momento, que mis pasos me llevaron donde su hermano gemelo.
- Te dije que no aparezcas aquí es tan peligroso, telepateame y yo voy dónde estás, hay que salir.
Me cargó en brazos, como una muñeca, así de inerte me sentía yo, y salió corriendo hacia el bosque y se detuvo en el borde, la frontera de facto de la nación iroquesa.
Me puso de pie en el suelo y me tuvo que sostener. Yo lloré abrazada a él, Kowatha.
- Guadalupe, porqué estás así? Dónde está Hiathawa?
- El tenía hoy algo importante que hacer.
- Te hizo algo?
- Me engañó, Kowatha. Jay es una quimera, exactamente como tú. Lo disimuló todo lo que pudo para que yo no lo rechazara.
- Entiendo, qué traición. Por eso estás mal, lo piensas dejar?
Yo solo moví la cabeza negativamente.
- Qué afortunado es entonces. Tanto así le amas para perdonarlo y aceptarlo como es. Pero en su voz había amargura. Cómo si lo lamentara internamente.
- Estoy cansada, Kowatha. Me puedes ayudar?
- Con lo que sea.
- No necesito el fuego de un dios, tampoco convencer a un inmortal que se coma mi gema, basta con algo simple, soy tan débil. Basta con una flecha o una puñalada, siempre que sea aquí, en el astral.
- Lo que sea, menos eso. Por tí, mataría a quien fuera. Si tú me amaras como amas a Hiathawa, me cargaría a la humanidad si me lo pidieras.
- Siento que él no me ama. La ama a ella, por eso la protegió. Me hizo lo mismo que Kaan, quizo estar conmigo en lo que demora estar con ella, pero lo siento mil veces peor. Kowatha, no es un desamor. Es la más profunda desesperación, pero no es la única razón por la que quiero morir, es la gota que derramó el vaso.
Yo puse mi frente contra la suya, In'lakesh, y como un televisor en su cerebro, le conté toda mi vida, los recuerdos borrosos que tengo, y los últimos años hasta el día de hoy.
Kowatha lloraba. Su halcón nos había encontrado y se había reposado en mi hombro.
- El Gran Espíritu habló conmigo. Yo no quería hacerme ilusiones pero lo terminé creyendo. Me dijo que mi vida llena de dolor había servido para algo. Que había limpiado el karma de mi familia y que ahora sería bendecida, que mi vida con Jay era mi premio y tendríamos un hijo. Que por fin a pesar de todo, yo iba a ser feliz. Pero ahora siento que eran patrañas, hasta el Gran Espíritu se burló de mí, no tengo más razón para seguir existiendo, no hay nada más para mí.
- El Gran Espíritu es justo y benevolente, no miente y mucho menos traiciona.
- El Gran Espíritu dijo que había escogido a Jay para mí y que nada nos iba a poder separar. Se burló en mi cara, me traicionó. Cómo voy a seguir viviendo así si ya no puedo creer ni en La Fuente? Kowatha, si tú me amas, ayúdame a morir, o buscaré a alguien más, alguien que lo haga con violencia y sin amor.
Kowatha me abrazó, me dió un par de besos en las mejillas y la frente.
- Si no te ama, mi bien, al que mataré es a él.
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