Estábamos Kesh y yo descansando en la cama redonda más rica del mundo. En serio, quisiera quedarme a vivir solo ahí. Entonces hablé casualmente.
- No te convengo para nada, mi amor.
A Kesh se le iluminó el rostro y era puro sonrisas.
- Me estás escuchando?
- Sí! Me dijiste mi amor.
- No te lo había dicho hasta ahora?
Kesh movía la cabeza negativamente, pero sin dejar de sonreír. Luego se me tiró encima a llenarme de besos.
- Espérate! No escuchaste lo demás. Le aparté con una mano y nos sentamos en la cama.
- No, no lo escuché.
- Kesh, si sigues conmigo, lo vas a lamentar.
- Ahora tú misma estás contra tí?
- Kesh, tú no tienes hijos.
- Cómo no? Citlali y Quetzali son mis hijas.
- Hijos tuyos, propios. Kesh, yo no te puedo dar hijos, ahora no lo sientes, pero en el largo plazo te pesará.
- Lucita, eso ya me lo habías contado. De hecho fué de lo último que hablamos antes que te dijera que pensaras en mi. Lo tengo presente. Si me importara tanto, crees que te habría propuesto algo?
- Igual, no es justo para tí. Yo no quiero...
- Lucita, niños no nos van a faltar. Somos gitanos!
- Que los vamos a robar?!
- Qué es eso, Lucita?! Ya nuestros parientes nos darán algunos para que los criemos.
Pon, dentro de mi cabeza se sorprendió.
- Ese hombre debe amarte mucho, Lu, sino le importa no tener hijos con tal de estar contigo.
Se me hicieron agua los ojos, otra vez ese sentimiento de no ser suficiente, de no merecerme algo. Kesh, eres demasiado bueno para mí.
- No te tienes que sacrificar por mí, debería irme.
- Ya me he sacrificado mucho por no tenerte, con más gusto por tenerte. No llores, mi amor, vamos a estar bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario